sábado, 1 de febrero de 2014

Se prohibe prohibir la guerra



En ocasiones, mejor manera de censura es cuando viene de los propios afectados, aunque es cierto que en otras ocasiones la autocensura es triste o deleznable.

A mis alumnos de 4º de ESO les he encargado la lectura de un breve artículo sobre ello. Un escrito que nos acerca a la conocida anédota en el que, en la Navidad del 14, las tropas de las trincheras de la Primera Guerra Mundial decidieron regalarse unas horas de descanso y de humanidad eliminando así, de un plumazo, la existencia de la terrible guerra.

El hecho, obviamente, fue prohibido por los respectivos Estados Mayores y los combates se reanudaron un par de días después. Me imagino a Gila cuando, a su vez, me imagino a los generales de los diferentes países enfrentados llamándose entre ellos escandalizados sobre lo berlanguiano del asunto.

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