lunes, 24 de febrero de 2014

Las películas fantasma

Nuestra Natacha fue una de las películas que fueron entregadas a la autoridad competente, en este caso al Departamento Nacional de Cinematografía, en 1939 y, como era obvio, no pasó la censura. 

Estaba claro lo que iba a ocurrir, el director se había exiliado y el tema tampoco debería gozar de la venia del censor: una mujer que se doctora de psicopedagógía, por primera vez en España, y obtiene un trabajo acorde a su valía.

El caso es que esta es de las películas que Gubern y Font llaman "film fantasma" ya que el original del negativo no fue devuelto ni exhibido. De hecho, para que esto no volviese a ocurrir, se estableció por parte de Serrano Suñer la censura previa de guión y argumento en una fecha tan temprana como el 15 de julio de 1939.

sábado, 15 de febrero de 2014

El Delorean no puede aparcar en China


El título ya lo dice todo: ninguna de las películas de Regreso al futuro pueden visionarse en un cine chino desde 2011.

La legislación china prohíbe, desde ese año, cualquier film que toque algo referente a los viajes en el tiempo.

Segun la CNN, parece que a los jerarcas comunistas no les agrada los personajes que puedan "reescribir la historia".

Mmmm... ¿Qué pensaría Mao sobre ello?

martes, 4 de febrero de 2014

MacGyver entre vascos

Tengo muy abandonada la sección de desaprender historia con el cine (con la tele en este caso) aunque suelo incidir en ello en clase.

¿Qué ocurre si nuestro héroe tiene que ir al País Vasco a salvar a una eminente científica? De hecho, los burros de los vascos secuestran a una geóloga para construir una bomba atómica (!?).

Pues nos vamos a Méjico a grabar, ponemos txapelas y chalecos a los lugareños y problema resuelto.

sábado, 1 de febrero de 2014

Se prohibe prohibir la guerra



En ocasiones, mejor manera de censura es cuando viene de los propios afectados, aunque es cierto que en otras ocasiones la autocensura es triste o deleznable.

A mis alumnos de 4º de ESO les he encargado la lectura de un breve artículo sobre ello. Un escrito que nos acerca a la conocida anédota en el que, en la Navidad del 14, las tropas de las trincheras de la Primera Guerra Mundial decidieron regalarse unas horas de descanso y de humanidad eliminando así, de un plumazo, la existencia de la terrible guerra.

El hecho, obviamente, fue prohibido por los respectivos Estados Mayores y los combates se reanudaron un par de días después. Me imagino a Gila cuando, a su vez, me imagino a los generales de los diferentes países enfrentados llamándose entre ellos escandalizados sobre lo berlanguiano del asunto.