sábado, 16 de mayo de 2015

Por cortar que no quede



Los asirios era un pueblo culto y bruto según se vea. Les gustaba empalar a sus prisioneros y cortárles la cabeza.

Esta última tradición venía de la necesidad de los guerreros de demostrar delante del general de turno cuántos enemigos habían sido capaces de vencer. Según el número obtendrían prebendas, condecoraciones, tierras o dinero...

Con la expansión del imperio se vio pronto que era muy difícil transportar tanta cabeza y se pasó a cortar los penes de los vencidos que, obviamente, eran más fáciles de llevar.

 En España, unos milenios después, te podían seccionar el miembro viril por otras razones. A modo de ejemplo, se puede mencionar el caso que se recoge en los Fueros de Castilla. En Ciudad Rodrigo, un caballero sorprendió a su mujer en delito de adulterio y se lanzó a por el hombre que gozaba con la dama y entonces:

castrol de pixa et de coiones


Como curiosidad, el marido fue condenado a muerte, no por castrar al otro caballero sino por no haber castigado también a su mujer.

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