domingo, 27 de diciembre de 2015

¡Dame un destornillador!


Nuevamente en las calles de Madrid  se da la controversia.

Cambiar o no los letreros de sus nombres, he ahí la cuestión. Ardua cuestión que necesita más que un humilde blog para ser dilucidada.

Mucha gente andará no muy contenta con el nombre de una calle. ¿Qué me importa a mí un tal Pio XII o a otros una tal Germana de Foix? Pero, además, es obvio que la Guerra Civil todavía levanta sarpullidos y muchos que recuerdan que, a causa de ella, familiares suyos están en cunetas, otros emigraron y unos cuantos pasaron por la cárcel por tener las ideas "equivocadas".

No obstante, eliminar nombres puede interpretarse como censurar o intentar controlar la memoria como el INGSOC de 1984.

Pasando de puntillas, lo cierto es que en este país de Luisitos y Nicolasitos cualquier inpresentable puede poseer una calle o una estatua donde los pajaritos muestren su indiferencia a través de su esfínter anal.

Cómo no contar el caso del excelso López Ibor que cuenta con su rúa en Madrid. ¿Se lo merece? Contesten después de leer sus palabras en una conferencia dada referidas a los tratamientos de esos entes llamados homosexuales:

Mi último paciente era un desviado. Después de la intervención del lóbulo inferior del cerebro presenta, es cierto, trastornos en la memoria y la vista, pero se muestra más ligeramente atraído por las mujeres.

Más joyas aquí

Respecto a estos y otros elementos  me quedo con la frase de Rosendo al final de este minivídeo: ¡Dame un destornillador!





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